lunes, 23 de septiembre de 2013

El que a dos amos sirve


Por: León García Soler
Tomado de: Kanto Libre

Al fondo, entre las sombras, asomaba la entristecida figura de Gabino Cue Monteagudo. Los lectores de noticias de la televisión narraban en tono melodramático los combates imaginarios de las huestes de la CNTE y la policía del Distrito Federal.

La metrópoli del ensueño neoliberal, el estado 32 de la República en cuanto pasara la transición en presente constante y adquiriera adjetivos la democracia que sacó al PRI de Los Pinos y lo volvió a aceptar como inquilino tras doce años de penurias panistas y pánico nacional, vivía en farsa la Decena Trágica. Nuestro 18 Brumario en el salón Benito Juárez de la secretaría de Gobernación.

Ahí, en la casona de Bucareli negociaban los maestros y los funcionarios del gobierno de Enrique Peña Nieto, el de las reformas estructurales que “el país necesita”. Entre ellas, ya aprobada, la reforma educativa. Y los misterios de la alquimia opositora que transforma en laboral lo educativo y privatiza la educación pública.

No se han visto todavía pancartas y letreros en los que los desafiantes marchistas afirmen que también se acabará lo laico de la educación pública, laica y gratuita por mandato constitucional. Por ahora, hasta el momento del ineludible acuerdo mediante el cual levanten sus carpas los del magisterio para dar paso al Grito del 15 y el desfile militar del 16 de septiembre, la clerigalla reza sus novenarios en espera de que desaparezcan las leyes de Reforma y quiten de todos los muros la efigie de Benito Juárez.

Del indio Juárez, oaxaqueño y Benemérito de las Américas. Juárez, quien sentenciara que “el triunfo de la reacción es moralmente imposible”. Frase que viniera Salvador Allende desde Chile a recordarnos.

Hace ya cuarenta años que Pinochet dio el golpe militar y bombardeó La Moneda. Tragedia como la que siguió a la Decena Trágica de veras, la que llevó al asesinato de Francisco I Madero y José María Pino Suárez; y a la Revolución que nos diera la Constitución de 1917 y las instituciones del estado mexicano moderno.

Salón Juárez se llama el de Bucareli donde está la mesa de negociaciones en la que el secretario Miguel Ángel Osorio Chong y el gobernador Gabino Cué Monteagudo reciben a los comisionados de la CNTE. Pero fue en el ágora electrónica donde el oaxaqueño recibió el regaño de Carlos Loret de Mola y respondió poco después con un remedo de cultivo yucateco: Ya no les pagarían la quincena a los de las barricadas capitalinas. Ni su bono.
¿Se acabaron las cuitas en la sombra para Gabino Cue? Se acabaron las negociaciones dobles, legado de las ambiciones compartidas por Manuel Camacho Solís y Elba Ester Gordillo. Había caído Carlos Jonguitud Barrios y Carlos Salinas llevaría a cabo una federalización educativa que pretendía desconcentrar el poder sindical y hacer patrones a los gobernadores de cada estado de la República.

Imposible dividir al sindicato; permaneció un solo titular del contrato colectivo nacional. Manuel Camacho y la maestra milagrosa lograron que los pagos del magisterio en la capital no salieran de la Tesorería del Distrito Federal. Uno que otro gobernador hizo como que se resistía a recibir el regalo envenenado que automáticamente trasladaría la fuerza de los delegados de la SEP a los dirigentes de las secciones del SNTE.

Y de la Coordinadora donde imperaban las facciones opositoras del viejísimo cacicazgo trasferible a la medida del sistema métrico sexenal. Y el dinero. Los sueldos de un millón doscientos mil trabajadores de la educación; unos con una base, otros con dos o tres, así como los “comisionados”, cuyo número varía entre setenta mil y ciento diez mil, según quien cuente el cuento y haga las cuentas.

Cómo iban a cubrir esas nóminas los gobernadores amansados por el presidencialismo enloquecido del priato tardío; aquellos que anualmente rendían su informe de gobierno ante el “representante del Señor Presidente” y no al pueblo de cada estado a través de los diputados del Congreso. Gobernadores de estados soberanos que mansamente pedían licencia para evitar que el Senado declarara desaparecidos los poderes y se citara a nuevas elecciones; ¡Renuncie!, les decían. Y cada año volvían a solicitar licencia de lacayos. Cómo iban a pagar a los maestros si dependían y dependen del Gobierno Federal para el gasto corriente; y muchos de ellos reciben más del noventa por ciento del gasto público anual de la entidad.

Gabino Cue ya no va a pagar esos sueldos. Pero los oaxaqueños que se sienten liberados porque ya no habrá doble negociación salarial con el CNTE y una humillación anual de sus gobernadores, no pueden creer que Gabino Cue pueda salir de entre las sombras, asumir el cargo, cumplir el mandato y rehacer su gobierno.

Tendría que quitarlos de los cargos públicos que detentan. Tendría que liberarse del estado de sitio en que se puso a sí mismo al repartir puestos y prebendas entre los más radicales, entre los que capitalizaron el desden de Vicente Fox y el descaro de su secretario de Educación en los tiempos del combate de la sección 22 y la APPO contra Ulises Ruiz: No enviaron fuerzas de la policía federal; esperaron que se generalizara el incendio para enviar un chorrito de agua. Ardió Oaxaca.
Se le pidió al secretario Reyes Tamez Guerra que cubriera lo que correspondía al gobierno federal y la respuesta fue que sería para el sexenio siguiente porque ya no tenía dinero. Se fueron y el de la incuria dejó un último sobregiro de mil millones de pesos.

¡Caray! Las alternancias trajeron consigo la separación de poderes y el mando auténtico en territorio propio y soberano para los de la mansedumbre que Ernesto Zedillo aspiró trasmutar en el Nuevo Federalismo. Poder que asustó a los timoratos, hizo hablar de caciques modernos, dio lugar a sospechas y cargos de corruptelas y malos manejos en el gasto público.
Poder político enhebrado en la pluralidad que generó híbridos y mestizajes de todo género.
En Oaxaca, el aristocrático Gabino Cué Monteagudo, desprendido del tronco común priísta fue injertado en el ramal del PRD.

Dura encomienda la de servir a dos amos. Le aprietan los radicales a la intemperie. Y lo llaman a la penumbra desde el nuevo ministerio del interior.

http://kantolibre.wordpress.com/2013/09/18/noticias-17-09-13/

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