2013
Peña de muerte
Por: Tarikles
El Gobernador
del estado de Chihuahua, Cesar Duarte, se refirió en favor de la “pena de muerte”
Según el Diario de
Chihuahua, con fecha del tres de diciembre del 2012[1]; “El gobernador César Duarte Jáquez propuso
que la reforma a los códigos penales del país incluyan la pena de muerte a
secuestradores que asesinen a sus víctimas”. Lo declaró posterior a los
violentos enfrentamientos que se dieron en la toma presidencial del 1º de
diciembre. ¿Cómo leer dichas
declaraciones? Cesar Duarte muestra apoyo incondicional al actual Peña Nieto, por
el uso excesivo de la fuerza pública en la toma de poder del 1º de diciembre,
así como en la intentona de legitimar, por medio de la violencia, de nuevo al
PRI en la presidencia del país.
Los registros históricos acerca de la aplicación de la
pena de muerte, como “método punitivo”, en lo que pudiéramos llamar historia de
la humanidad, debió habernos dejado como mínimo una lección. Primero que nada,
que en la “aplicación legal y justificada” de la pena de muerte siempre sucede lo que desde tiempos registrados como
la edad media relatan: los excesos. O mejor escrito, siempre estaremos, al
final de cuentas a voluntad, del juez. Es fácilmente identificable, entre
quienes le han dedicado tiempo de estudio al tema, la posición en donde la pena de muerte ha dejado palpado en
libros, enciclopedias y almanaques que, cuando se recurre al método, se
responde más a intenciones del tipo político; crear terror y miedo en grupos
humanos y poblaciones especificas.
La pena de muerte implica la repugnante necesidad de
crear el oficio del verdugo
“No sólo la cárcel vitalicia, como lo propuso y lo aprobó su gobierno,
sino la pena de muerte a quienes cometan el delito de secuestro agravado, que
es cuando el plagiario cobra el rescate y luego mutila y/o da muerte al
secuestrado (...) Yo me iría más allá, creo que el secuestro agravado debe
plantearse con pena de muerte”, continuó el mandatario, según relataba el
periódico.
En los pueblos, que se nombran
o pretenden ser educados, que indistintamente entrarían en el término
democrático, la existencia (el sólo vivir), la vida como tanto pregonan los
religiosos, significa el bien supremo por excelencia. Se insiste, incluso, que
entre las poblaciones prosperadas, (de “prosperidad”), la tortura y/o
mutilación, inclusive la humillación pública, a modo de castigos, por su
carácter manifiestamente cruel, inhumano e ignominioso, tienden a rechazarse. La
pena de muerte es aún peor, cualesquiera que sea la técnica con la que se
ejecute, produce invariablemente un extremo sufrimiento psicológico y social.
Espanto, pánico, angustia, ansiedad, depresión, inclusive desarrollo de ideas
suicidas, y todo ello durante años, son sólo algunas de las tantas secuelas
registradas en estudios e investigaciones en torno de la también conocida, pena
capital. No sólo son digeridas por el inculpado antes y durante la ejecución,
sino también por sus familiares, allegados e incluso son síntomas presentados en
sus ejecutores como guardias y carceleros aledaños a la ejecución.
“Es un código planteado ante una emergencia
que vive la nación en materia de seguridad”, añadió el mandatario.
“Duarte Jáquez consideró que la propuesta del
presidente Enrique Peña Nieto, de unificar criterios en torno a los códigos
Penal y de Procedimientos Penales de todo el país evitaría que los presuntos
delincuentes se beneficien de las contradicciones jurídicas para que en la
última instancia se les otorgue la libertad”; agregaba la nota periodística
chihuahuense.
El estado fue cimentado hacia
el amparo de la vida e intereses comunes, a según del grupo o comunidad que se
hable. Y si nos apuramos, diría el charles-Ton
(un compatriota radicado en el defeño), debería extenderse al amparo de la
vida, no sólo de un determinado grupo, sino de la humanidad en general.
Conceder al Estado la posibilidad de matarnos, aunque “exclusivamente” sea en decretados
incidentes, fragmenta la primicia de la intangibilidad de la existencia humana.
Es de muchos conocidos, que ante el mismo delito cometido, los acusados con
mayor capacidad económica suelen poder evadir la “justicia”, gracias a
permitirse ajustar agentes más diestros y comprometidos con su caso. Los
pobres, ignaros o con contrariedades cerebrales y los socialmente segregados poseen
el doble de riesgos de ser condenados a morir. ¡La existencia de la pena de muerte supone aceptar que necesariamente
habrá un cierto número de personas inocentes que serán ejecutadas!
La pena de muerte no es justicia, sino venganza
Aunque el deseo de venganza
sea sensiblemente patente, o incluso, perdonable, no podemos brincar de ahí, a
que se pueda basar un sistema de “justicia” criminal en un Estado de Derecho.
Aplicar, como llaman, la prehistórica Ley
del talión (ojo por ojo, diente por diente), significa, por principio,
regresar a periodos en donde el estado pueda perseguir y matar, sólo por
nombrar dos de los más emblemáticos, a judíos y tártaros. Aceptar por el Estado
que la muerte logra ser una pena “apropiada” y “legítima” socorre a enaltecer
la aprobación social de desquites privados y generalizar el uso de la
violencia.
De cierre
Actualmente, en este país,
existe el derecho, al menos de manera formal, decíamos, de vivir y no ser
asesinado por haber nacido de tal o cuál forma, en tal o cuál familia. Si bien,
en el norte la guerra contra el narco ha significado lo contrario (grupos del
tipo elite militar y mercenarios Escuadrones
de la Muerte; llamó
bien desde Juárez Geronimo Fong), atacan a grupos de una población desarmada y
desprotegida con pretexto de la guerra vs el narco. “Se pretende olvidar que
han existido regímenes, como el fascismo y el bonapartismo estalinista, que
simple y llanamente han significado la muerte para miles y millones, el
genocidio de sectores del proletariado y del pueblo por cuestiones raciales o
ideológicas…” (Un proletariado sin Cabeza, POS: 2006).
Si a Calderón le tocó el
mandato de militarizar al país; al del copetín, seguramente le corresponde
institucionalizar la violencia. Y la institucionalización de la Guerra contra el Narco
cuadra muy bien en el proceso de pretender establecer la pena capital como
método punitivo contra los que diferimos del Estado actual.
¡Fuera el Ejército de las
calles! ¡No a la Pena
Capital! ¡Fuera Peña de Muerte!
[1] (Fuente: El Diario de Chihuahua http://diario.mx/Estado/2012-12-03_9f25a7eb/propone-duarte-pena-de-muerte-para-secuestradores/)
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