
Nueva
York, 9 febrero. De Seattle a Texas, de Nueva York a Chicago, brotan rebeliones
de maestros, padres de familia y hasta autoridades locales contra la imposición
de los exámenes estandarizados impulsados por las llamadas reformas a la
educación pública promovidas por algunos de los hombres más ricos del país y
políticos de ambos partidos, incluyendo tanto al presidente Barack Obama como a
su antecesor George W. Bush.
Críticos señalan que
esta oposición se genera en el contexto de un estado que el año pasado impulsó
un drástico recorte de 5.4 mil millones de las escuelas públicas, mientras
sigue otorgando contratos como el de 500 millones a la empresa Pearson, firma que
se dedica al negocio de los exámenes estandarizados en este país.
Por otro lado, la
primera huelga magisterial en 25 años en Chicago, en octubre pasado, se enfocó
no en salarios y prestaciones, sino contra la reforma de educación que busca
someter a los maestros a un esquema de evaluación con base en los exámenes y
sistemas diseñados con óptica empresarial, donde todo se mide en torno a metas
de producción y estadísticas.
Algunos afirman que
estas rebeliones apenas son los primeros indicios de la creciente oposición a
las llamadas
reformaseducativas que han sido promovidas a lo largo de la última década, no porque los maestros, los padres de familia y estudiantes defiendan lo que había antes, sino, como afirma el destacado profesor de educación Bill Ayres, sino por una demanda de que todo estudiante goce de la misma educación de calidad que disfrutan los hijos de los megarricos y los políticos más poderosos, quienes impulsan, para todos los demás, una reforma que convierte a la educación pública en un mercado más.
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